Mujeres extraordinarias, una campaña dedica a ellas…

Mujeres extraordinarias, una campaña dedica a ellas…

La llegada de las religiosas Misioneras de Jesús Verbo y Víctima que vinieron desde Perú a finales del siglo XX, fueron una gran sensación en las comunidades rurales pertenecientes a la parroquia de la Virgen del Carmelo de Villa Ygatimy, una aldea ubicada a cinco horas por carretera y al noreste de Asunción, la capital de Paraguay. Esta parroquia de 20.000 feligreses cuenta con cerca de un centenar de “capillas”, que es como llaman a las comunidades dispersas de la Diócesis de Ciudad del Este, una diócesis que abarca un territorio equivalente al de Bélgica.

Madre Maria Lujan

“Hay tres sacerdotes en Curuguaty, a 45 kilómetros de aquí, que atienden a 92 ‘capillas’ y que acuden a ellas de vez en cuando. La comunidad de creyentes de Katueté está a 160 kilómetros… y el sacerdote acude tres o cuatro veces por año. En el transcurso de una semana visita las ‘capillas’, celebra la Misa y escucha la confesión, en ocasiones, durante un día entero. Los fieles esperan su turno pacientemente, durante horas, para recibir los sacramentos”, explica la Madre María Luján, una religiosa originaria de Argentina.

Sus hermanas peruanas, encargadas de animar la pastoral en las comunidades rurales sin sacerdote, celebran bodas, bautizos y funerales, organizan la Liturgia de la palabra y administran la Eucaristía a los enfermos. Este es el carisma de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima: ir a donde no hay sacerdotes y acudir a lugares a donde estos no han acudido en meses o incluso años. “Nuestras hermanas viven y trabajan en los lugares más remotos de Iberoamérica y se ocupan de aquellos de los que se ignora hasta la dirección postal: los pobres y los olvidados de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay o Perú”, precisa la Madre María Luján.

Misioneras de Jesús Verbo y Víctima

“Para buscar las hostias consagradas recorremos 45 kilómetros y vamos al otro lado de la frontera, a la localidad brasileña de Paranhos, ubicada en el estado de Mato Grosso do Sul”, prosigue la Madre María Luján.

Los habitantes de los pueblos aprecian la presencia de las religiosas peruanas. “Dicen que están tan contentos de que Dios venga a visitarlos y que se desplace para ver a la gente sencilla. Son muy pobres, ¡pero tienen tanta sed de espiritualidad!”.

Desde la llegada de las religiosas en 1999, las hermanas constatan que la comunidad se ha transformado: “Percibimos una conversión espiritual… Antes la gente participaba poco en la vida parroquial, y la iglesia estaba sucia y poco cuidada. Los retiros espirituales han ocasionado un gran cambio: ahora hay mucha más solidaridad, menos alcoholismo y drogas, y más atención a los enfermos”.

 

Más de 400 Misioneras de Jesús Verbo y Víctima trabajan en las 38 estaciones misioneras implantadas en lugares aislados y de difícil acceso de diferentes países iberoamericanos. Las religiosas los llaman patmos, por el nombre de la isla griega donde el apóstol San Juan vivió en el exilio. Partiendo de estas estaciones, las religiosas deben a menudo desplazarse en coche durante horas por caminos de tierra, o incluso caminar durante días a pie, en mula o en barco para visitar un pueblo abandonado o un pequeño caserío con unas pocas familias. Se dice que ahí donde termina una carretera asfaltada es donde comienza la labor de estas misioneras con un carisma tan especial.

Y es aquí que empieza tu ayuda; ellas necesitan de ti, esas religiosas guerreras de Cristo piden tu apoyo para seguir llevando el Amor de Jesús y la esperanza a aquellos que lloran y claman por una mirada de misericordia.

¡AYUDA ESAS MUJERES EXTRAORDINARIAS, ELLAS NECESITAN DE TI!